Talento creadores: Marcia Césped

Por Anna Albaladejo

Marcia Cesped pasó por Creador.es en 2017. Yo no tuve la suerte de conocerla entonces, pero algo dejó sembrado en el equipo porque me pidieron que la entrevistara como cuarta y última Talento Creador.es 2021.

Muy pronto nuestros diálogos en redes me conectaron con esta creadora que me /nos hace espejo al otro lado del océano, desde ese Chile post-estallido social donde las artistas como Marcia se reescriben en tiempos convulsos.

De formación actriz, Marcia es también directora y gestora cultural. Interesada en la Antropología del Arte, cuyos estudios cursa en el Laboratorio Transdisciplinario de Investigación e Innovación Latir, en México. Creadora enfocada en el Teatro de la Memoria, el cuerpo y, especialmente en la Escritura de Autoficción, campo de acción en el que imparte con frecuencia lo que ella nombra como Fitness de autoficción.

Viajera incansable en pos de formaciones y residencias de creación en España y Latinoamérica, en 2020 ve reconocido su trabajo en Chile ganando la Muestra Nacional de Dramaturgia con su pieza “The Tank Man”, que completa una trayectoria autoral con textos y creaciones de arte y activismo como “SobreMesa”, “Trilogía del Comer y otras cosas…”, “Vida, pasión y Cueca”.

Toda una creadora feminista, poética y arte-activista, que “no tiene piel sino besos”, que no tiene “tragedias sino cenizas”. Una mujer que me motiva para volar hasta Chile, hasta Chile para descubrir sus paisajes interiores.

Así se radiografía Marcia Césped como creadora

A veces el mundo me mira y me tengo que afirmar, de lo que sea, de lo que tenga a mano. A veces tengo un cuchillo, a veces tengo una taza, una vecina, a veces tengo a mi madre, a veces tengo voces, pero más veces tengo un lápiz.

Y tengo que limpiarme.

A veces me limpio con lo que hay, un paño de cocina, un trapo seco, una toalla, un mantel, una hoja en blanco, una calle, a veces me limpio con un vino, el sonido de los ojos de un niño.

A veces el mundo se divide y cuando lo hace me culpo, no sé dónde ir, no sé desde qué lugar mirar, o de dónde hablar, o de qué rincón gritar o como sentarme a escribir, porque me hace mirar desde una orilla la otra que soy.

Cuando el mundo me muestra cuántas otras soy… vuelvo a ser.

Me cuelgo del cuello de la vida a veces.

Y cuando el mundo me escribe… siempre vuelvo a mi, siempre vuelvo a mi…

Y este es el diálogo que estuvimos intercambiando el otoño de 2021

¿Cuándo y cómo llegas a la escritura para la escena? Referentes, maestr@s, intercambios, compas de viaje…

Creo que por el año 2008 me atreví a escribir formalmente una obra, formé la compañía La Dama Teatro y me sumergí en el mundo de las personas que trabajan en gastronomía. Yo trabajaba desde hace años en el rubro además de hacer teatro para poder vivir y quise escribir de lo que conocía y veía dentro de un restaurante, me llamaba mucho la atención la micropolítica que se genera en estos lugares, sus constructos sociales, el machismo y sus juegos de poder, pero sobre todo la noción de qué es el servir.

Desde ahí comencé a tomar diversos talleres, estudié con Marco Antonio de la Parra, Juan Radrigán, Kartun, Spregelbud, Santiago Loza, Isidora Stevenson, Carla Zuñiga, entre otras , desde ahí hasta entonces he realizado diversas residencias donde he encontrado la riqueza de escribir en colectivo: Argentina (Panorama Sur), Francia (Chateau de Monthelon), Suiza (Pro Helvetia), Bolivia (Martadero), Perú (Iberescena)y España (Creado-res), me dieron el espacio para perfeccionarme en Autoficción y vivir la experiencia con otrxs dramaturgxs, intercambiando sentires y metodologías. Además, siempre he buscado interrelacionarme con el área de la danza, la música y el circo, ahora exploro las artes visuales, la ciencia y la antropología. 

¿Qué lugar tiene la dramaturgia y escritura dentro de tu práctica artística? ¿Qué relación tienes con otros ámbitos/roles de la escena?

En estos momentos la dramaturgia ha sido mi ancla y la estoy experimentado desde diferentes prácticas, buscando un proceso dialógico que me ayude a expandir los universos que se desatan en mí, la creatividad compartida es ahora lo que me mueve a propiciar zonas de contacto con el mundo que me rodea. Entonces las prácticas que elaboro van desde grabarme y hacer circular los audios, pedir ayuda con lecturas de algún relato y generar encuestas para movilizar opiniones. En la escena, soy de profesión actriz, por lo que la interpretación es un detonante importante al momento de escribir. La dirección también me ha ayudado a imaginar mundos posibles dentro de una ficción.

Me llaman mucho la atención los procesos creativos porque se generan abducciones intuitivas que dan forma o guían una idea donde la incertidumbre es el barco donde navego sin prisa. La escena me conmueve no tanto por lo que se produce arriba de ella, más bien por lo que deja en quien la experimenta y el proceso que inunda todo el ser de quién la escribe o realiza.


MARCIA CESPED_4

¿Puedes contarnos en qué estás trabajando ahora?

Ahora estoy en varios proyectos. Uno de ellos es la adaptación de la primera obra de Juan Radrigán “Los testimonios de las muertes de Sabina”, estamos además levantando testimonios reales para realizar un texto ficción paralelo a la obra original, una experiencia sonoro inmersiva con los propios testimonios. Y todo esto será un podcast.

También estoy trabajando en una investigación con una amiga escultora, donde nos preguntamos las coincidencias en nuestros procesos de creación, evidenciar el proceso dialógico entre ambos oficios, mirando la transcreación y levantando una posible metodología donde ambas disciplinas se colaboren y nutran. En este proyecto es interesante el concepto de “Obra”, además del proceso y el trayecto desde el nacimiento de la idea hacia su proceso. La producción de conocimiento intuitivo que hemos levantado cada una en nuestros quehaceres, porque necesitamos ponerlos a dialogar buscando nuevas formas de interrelación.

Luego acabo de terminar mi último texto, y que lamentablemente no puedo mencionar por cosas de concursabilidad. Pero puedo decir que me obsesionan los objetos, las revoluciones, los metales y lo bélico, en estos momentos el lenguaje bélico no solo está en la guerra, sino que se ha instalado en la sociedad con la pandemia, nos atacan, nos hacen sentir el concepto de inmunidad y contra ataque con una vacuna, golpea nuestras cuerpas y nos enfrenta al aislamiento y la muerte, la amenaza somos nosotras mismas.

Además, constantemente realizo talleres de Escritura de Autoficción online, y colaboraciones con equipos creativos y escrituras colectivas.

Me llama mucho la atención que tu punto de partida ponga en relación la gastronomía y la dramaturgia. Podrías hablar de cómo esto se ha desarrollado en tus obras a lo largo de tu trayectoria y tu compañía La Dama Teatro, y en qué punto está este tema ahora en que el contexto mundial amenaza todavía más el alimento de las personas.

La cultura gastronómica aporta identidad a los territorios, las comunidades dialogan en base a sus alimentos y producciones de este, un plato en la mesa para algunos puede ser una utopía y para otrxs algo que ni siquiera se preguntan. Yo crecí en las Sobremesas, bajo un parrón, con una abuela que se desvivía por tener todo bien emplatado y variado. Las conversaciones eran eternas y los temas fluctuaban entre los militares y el gato nuevo de la casa. Creo que esas lagunas de memoria que me habitan las completo mientras escribo y el recuerdo de aquellas tardes me trae olores, pero no los diálogos. Pienso que quizás escribo desde ahí, porque necesito ficcionar aquello que no recuerdo, también por absoluta nostalgia de esos tiempos y el temor constante del futuro.

La memoria es un factor importante, cuando comemos recordamos cosas y en mi país se recuerdan bastante pocas cosas (en un sector de la población, claramente al que no le falta el plato en la mesa). Por esto mi relación con la memoria/alimento me ayuda a dimensionar poéticamente la ocurrencia de lo real en mí y al ponerlo en un contexto significativo, los procesos identificativos entre el espectador y el texto, me resultan más cercanos. Actualmente el hambre se transformó en un problema mundial, no es que antes no lo haya sido, pero ahora a todxs nos tocó la pregunta ¿Cómo llevaremos un plato a la mesa si estamos encerradxs y si no hay trabajo? Acá en Chile resurgieron las ollas comunes, otro gran y hermoso tema sobre la colectividad envuelta en una olla… donde come uno comen tres… lo interesante sería, para mí en estos momentos, dilucidar ¿Que hace que alguien que tiene apenas un pan lo divida en tres? Porque lo contrario ya lo sé… ya todxs lo sabemos.

Otro de los elementos que me conmueven en tu trabajo es la cuestión de la memoria, la personal y la colectiva. Podrías hablarnos de cómo encaras esto en tu trabajo, qué aportes y qué dificultades te supone, y especialmente qué valor tiene esto en relación a tu pertenencia geográfica a un país de historia convulsa como Chile.

Cuando hice “La Libertar del Silencio” tuve que interpelar mi escritura con el tema del exilio, mirar una parte de la historia de mi país desde un prisma que yo no conocía profundamente. En esa acción de pensar la memoria, me llama la atención de que el pasado nunca es el pasado, sino un horizonte abierto que se va construyendo desde un presente que nunca es un presente. Por eso, hay una zona ambigua, una fractura ontológica, una fisura que separa la memoria del pasado. Nunca pueden coincidir, ya que, si así fuera, se acabaría el tiempo. En ese devenir es que la escritura es un testigo siempre y también uno de los dispositivos que canaliza el diálogo entre quien recuerda y quién no. En ese caso la palabra sería el hallazgo de un corazón para volver a pasar…

Creo que lo que vivimos hoy en Chile es producto de esa imperiosa necesidad que tiene la memoria de ser memoria, la explosión de las demandas sociales no son más que años de una olla a presión intentando respirar. Es imposible crecer sin eso en las venas, es imposible que no lo tenga tatuado en lugares que ni yo misma sé, que escapan de mí cada cierto tiempo y es la escritura quien las mantiene cerca, resonando, buscando imágenes donde posarse y cuerpos donde hacerse piel. Seguramente en unos años estaré escribiendo de lo mismo… o no… no sé…

La dificultad sería entonces en que vivo en un país y en un continente en que la cultura y el arte no le convienen a un cierto grupo de personas, entonces el financiamiento para producirla es muy precario, requiere tener un corazón muy fuerte y una cuerpa a prueba de narrativas deformes, de procesos interrumpidos, y de un bolsillo abierto a pagar por lo que amamos hacer y vincular. Es agotador pero creo fuertemente en que la resistencia expande los campos de conocimiento porque nos obliga a la colectivización, la cooperación, nos ayuda a preguntarnos ¿Cómo hacemos lo que hacemos? El por qué ya lo sabemos… ahora son los procesos los que deben circular y abrirse y eso parece que solo sucede después de un estallido social. En mi país ahora se escribe una nueva constitución, una nueva narrativa, se instalará un nuevo lenguaje… la palabra estará atada al alma…. y ojalá ese nudo nunca se desarme.

Imagen: El Mostrador

Y ahora, pasando a tu actividad docente, me interesaría mucho que nos hables de esto y de cómo este trayecto puede influir o no en tu imaginario conceptual y formal como dramaturga.

Hace ya 4 años que imparto un taller de Autoficción que me ha permitido sumergirme en los recovecos de la memoria y las biografías, pero también en la colaboratividad para escribir. Creo profundamente que quien escribe no solo debe hacerlo desde su escritorio, debe abrir además la ventana para que entren cosas, pero también para que salgan (esta frase hermosa la dicen Isidora Stevenson y Manuela Oyarzún) . Este método me ha ayudado a reconocer una parte etnográfica de mi búsqueda como artista, esa que produce conocimiento, práctica y discurso a través del proceso dialógico con su entorno y contexto. El pensamiento etnográfico involucra no solo el pensamiento, también el cuerpo, las percepciones, la memoria y la intuición, esta última es la más importante, contenemos la obra dentro de nosotrxs quizás hace mucho tiempo y al momento de comenzar a configurar la documentación poética que nos ayudará a escribir, la cognición relaciona intuitivamente el proceso de descubrimiento que necesita la obra, la duda y la incertidumbre son potenciales guías al momento de experimentar los hallazgos de lo que se escribe. La docencia me permite estar en constante reformulamiento de mis propias creencias y narrativas internalizadas. Cada taller es un nuevo conflicto/desafío en el cual lxs propios participantes y sus procesos intuitivos van ayudando a reafirmar mis propios procesos de escritura. Todo es circular, todo es mutuo.

Por último, me gustaría saber cómo afecta en tu trabajo artístico la situación mundial de la pandemia: interjecciones, rumbos, bloqueos, posibilidades, sorpresas, renuncias…

Curiosamente la pandemia llegó a Chile post estallido social, eso ya había mermado la actividad cultural a campos muy acotados, el toque de queda, los militares en la calle… todo eso volvió mientras nos protegíamos de un virus mundial. Fue muy fuerte tener que volver a convivir con la vigilancia, para mí lo más terrible de todo esto ha sido la “vigilancia”, la sensación de la pérdida absoluta de libertad. Siento que ese estado estuvo presente durante muchos años en mí país y volver a vivirlo con este gobierno asesino de Sebastian Piñera, hizo que todo lo que escribí en ese tiempo, lo reflejará, de alguna manera. Tuve bloqueos muy fuertes a nivel físico porque no encontraba sentido en lo que hacía, ¿Para qué escribir en estos momentos en que mi madre podría morir?

Pero en realidad entre esperar la muerte y observarla me animé, así que participé en cuanta convocatoria había para escribir del contexto. Eso me ayudó a relacionarme con personas de otros países y reflexionar juntxs. También en Chile hace poco había obtenido el premio nacional de dramaturgia, por lo que me mantuve con mucha actividad teatral online. Por suerte, creo que llegó en el momento preciso, sin eso no sé muy bien cómo lo hubiese llevado.

Ahora sigo con la red internacional iberoamericana de escritorxs, han surgido publicaciones y encuentros, aquí puede escribir “Las Cenizas del Duque” y “Las botellas difuntas de agua”, realmente ha sido un espacio de contención y una posibilidad gigante de mirar las prácticas de lxs compañerxs iberoamericanxs, nos hemos nutrido y es algo que no creo que pare… la pandemia nos hizo preguntarnos sobre el hacer en colectivo… quizás hasta nos devolvió algo ahí…

A modo de cierre, Marcia valora así nuestra experiencia juntas:

Que agrado meterse en estas preguntas… sobre todo en tiempos como hoy, en que la pregunta del “Ser” está pulsando y detonando en tantos movimientos sociales en el mundo, el arte, en nuestras casas, en la calle… ojalá nos hubiésemos juntado en una barricada… pero creo que de cierta manera lo hicimos. Gracias por preguntarme por el fuego.